Wednesday, March 30, 2016

120 días de pompdoma (parte 3)

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un buen día, hace muchos años, pompitas alonzo, futuro escritor de cuentos cortos y actual coleccionista incansable de efímero porno gonzo, veía sus nalguitas apretadas en unos jeans, se las veía con una mezcla de terror y tristeza explotando en su bello juvenil rostro. no podía apartar sus enormes ojos castaños de su trasero ahí en el espejo de cuerpo completo, en el cuarto sin ventanas en el sótano de su abuela. la noche anterior, la maniática anciana se escabulló al cuarto de pompitas; no iba a permitir que la avergonzara con los atuendos, según ella, indecentes del pudoroso adolescente. fue como ninja especialmente sigiloso hasta la maleta del jovenzuelo, la tomó con trabajo, maldiciendo como gitana imprudente, y la llevó al jardín de buen tamaño, cubierta por el telón de la oscuridad, bajo el manto estelar. bañó la maleta en gasolina, chiflando una tonada de su niñez, dejándose llevar por completo, montada en el delirio y, sin pensarlo dos veces siquiera porque así era ella, le prendió fuego, destruyendo la colección de primavera y otoño de su pobre nieto que no sabía en que se había metido. las llamas se elevaron, reflejadas en las pupilas de la vieja desquiciada. a la mañana siguiente, pompitas descubrió el crimen de su abuela. "pero... por qué" buscó un poco de sentido, llorando amargamente. su abuelita se burló de él, con un cigarrillo entre los dientes falsos de marfil, con el diario de ultra derecha arrugado en las manos, "marica" le dijo y señaló el monte de ceniza sobre el verde muy cuidado pasto. una lágrima salió volando y le pegó a ruperto el perro justo en su peluda frente "dios te bendiga, a. m." pensó el animal moviendo su cola y sacando la lengua. "y ahora que voy a ponerme?!" preguntó gritando el joven alonzo con moco saliendo por la primorosa y chata nariz. la abuela apuntó sus dos revólveres de odio hacia el hijo de su hijo, no acostumbrada a que le levanten la voz, y disparó sin misericordia "idiota bueno para nada" y "mira dentro del closet, retrasado gordo maricón" y así fue como pompitas llegó a ver detenidamente su culo en esos jeans pasados de moda varías tallas más chicos. "cristo jesús" susurró al recordar que tenía que ir a la escuela, temiendo la crueldad de los todavía desconocidos compañeros de preparatoria. "ahora qué será de mí?" se preguntó en el autobús de la ciudad, viendo al bosque poco a poco quedarse atrás, revelando el brillante mar, esa mañana fresca de verano.

"me llamó ante merídiem alonzo pedroza" dijo pompitas frente al salón lleno de muchachas guapas y jóvenes simpáticos, colorado por el temor de ser objeto de burla, pero, para su sorpresa, nadie le ponía atención, a nadie le importaba. todos sus compañeros eran unos marihuanos y estaban distraídos por los efectos de la hierba. de repente se oían risas o salía uno hacia la enfermería por eso del mal viaje, pero fuera de eso, los jovencitos se dedicaban a esperar y estar callados, ocupados con lo suyo. "lo que sea, vete a sentar" dijo la sensual maestra cansada de todo, "ahora, muchachos, saquen sus libros" dijo la bella profesora, sentada detrás de su escritorio, viendo por la ventana, ansiando un porro. en la escuela de ese pueblo, los maestros que no eran de arte o deportes, sólo mantenían el orden, los alumnos se ponían a leer y en sus casas hacían reportes. si los reportes estaban bien pasaban al siguiente año, si estaban mal reprobaban y a repetir el curso. así era. el libro en turno era el hombre que sólo cruzaba las calles corriendo y nuestro amigo y fuente confiable de increíble ficción, pompitas alonzo, no podría estar más feliz. al enterarse de como funcionaban las cosas iba a hacer berrinche, pero rápido se dio cuenta que ese era mucho mejor sistema que el de donde venía. así, el futuro autor aprendió a amar la lectura. si no hubiera sido por ese semestre en el pueblo en el bosque junto al mar, pompitas seguro sería algo estúpido como doctor o ingeniero, qué suerte la suya. en fin. pompitas leyó contento el resto de la clase, con sus nalguitas ya olvidadas. sonó el agudo timbre, era la hora del lunch. pompitas comió solo. como no era marihuano no tenía amigos y así siguió esos primeros meses, sintiendo el duro azote de la soledad. de vez en cuando le ofrecían un poco de porro, pero a.m. cerraba los ojos, movía de un lado a otro la palma de su rechoncha intacta mano y decía, escondiendo su miedo a lo desconocido, que él era sano y que le chocaba alterar la conciencia aunque a sus 15 años sólo la había alterado con azúcar. así, pompitas, vestido con su ropa incómoda apretada, iba por ahí sin un amigo en este mundo. se dedicaba, todos los días después de la escuela, a encerrarse en su cuarto sin ventanas a masturbarse, leer y perder el tiempo en la computadora. se hacia de noche y se hacía de día y la cordura amenazaba con irse porque, como la ecuación dicta: si uno no se expresa con confianza de vez en cuando + brutal aburrimiento = la locura aparece y empieza a joder con la cabeza. pompitas estaba en problemas. por suerte, el un-día-nada-reconocido-escritor no se iba a quedar con los brazos cruzados mientras se le echaba a perder la mente, no, no. una noche, sobre la cresta del aburrimiento, tirado en la cama, viendo el techo, con la incontrolable necesidad de exteriorizar la basura interna acumulada, resolvió por lo menos uno de sus problemas; pompitas alonzo, acabando con su aburrimiento, escribió su primer cuento corto.

de regreso en el presente, pompitas, cansado y con ganas de cerveza, iba a toda velocidad hacia rehabilitación. lupita lo había inscrito en un famoso programa donde psicólogos muy capaces le arrancarían las ganas de morir. ahora que era un éxito no podía autodestruirse a gusto, tenía que resolver su mierda o todo se iría a la basura.

CONTINUARÁ...

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