Tuesday, May 26, 2015

Miedo a Las Niñas

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"oh nenina, nenina... qué le hiciste... qué le hiciste a mi almaaaa!" la miraba asustado con el corazón pulverizado, ella me miraba de arriba a bajo con asco y molestia. lo peor que podía pasar pasaba y yo, contra la pared, no tenía lo necesario para presentar pelea, la conquista nunca empezó; estaba frente al monstruo despiadado que era nenina epet, mi P.G.O.A.T., sin nada que decir, recibiendo mi merecido, ella tomó mi patético intento, hizo cara de enterarse y se fue tras un certero hachazo a las raíces de mi autoestima. quedé en el suelo, llorando, abrazando mis rodillas, temblando, siendo un completo marica, azotándome duro. el cielo nublado sobre mí y yo ahora con miedo a las niñas.

años después, estaba sentando en pants con manchas de sólo dios sabe qué; gordo, apestoso, con pelo largo seboso. llevaba perdido en el internet una incierta cantidad de tiempo. no me enteraba de nada, con el cerebro engañado por el azúcar, la grasa y la autocompasión. pero de repente, como pájaros escapando antes de desastre natural, sentí en mis bolas cosquillitas, era la biología llamando, quería satisfacción. "oh no" miré mis genitales y luego levanté la cara, asustado, iluminado sólo por el monitor. traté de recordar cuando fue la última vez que tomé la medicina. ni el brazo ni la entrepierna me dolían. mala señal.

me retorcía en el suelo sacando espuma de la boca, con los ojos hacia atrás, con el cuerpo engarrotado, lo intentaba, pero no tenía caso, no había vuelta atrás, no importaba cuanta medicina tomara, el torbellino del deseo pasaba imparable destruyendo el pueblo del delirio y estaba consciente otra vez. la reaparición del ansia y la necesidad básica humana de compañía me habían sacado del viaje y ahora veía las columnas de cajas de pizza y los montones de envases, las montañas de envolturas, la suciedad y la alfombra dura como duela. estaba pasando, era sólo inevitable. tenía que regresar a la normalidad, tenía que encarar el miedo.

como monstruo despertado, salí de mi hediondo cuarto por primera vez en mucho, mucho tiempo. la puerta se abrió lenta y ruidosa y la luz entró poco a poco hasta que me cubrió todo. me quedé parado en el umbral; mis ojos en llamas, mi piel untada de lava, el ruido de afuera como cañones en mis oídos. el mundo de verdad cayendo sobre mí como una avalancha de mierda, oh cuanto lo odio. "bien" dije, asentí decidido y valiente, hacia la regadera. corté y peine mi cabello. me cambié de ropa, hice ejercicio y, viéndome casi normal, sólo quedaba ocuparse de la profunda tristeza en mi mirada. puse el disco quemado lleno de pop de la adolescencia, tenía que entrar en la mentalidad adecuada, no podía salir a la calle como la bestia alienada que era.

pasaron los meses y una, porque la vida es rara así, me hizo caso. "de acuerdo" dije más sorprendido que nadie y quedamos. colgué el teléfono, temblando, sentando en mi cama y, sin perder un segundo siquiera, me lancé y luché lucha grecorromana contra mi miedo a las niñas. lo tomé y lo aventé de aquí a allá hasta que quedé rendido, tirado en el suelo, empapado en sudor, respirando con trabajo. "oh cristo! cristo jesús! por qué?!!" le grité al techo, inseguro como nunca, cuestionando el sentido de las cosas, sintiéndome irreversiblemente solo, oh si tan sólo existieran los extraterrestres y golpeé la alfombra con el puño. el vecino del departamento de arriba, acostumbrado a mi reclamo divino y asumiendo su papel celestial, gritó "hora de trabajar, hermano, hora de ir a la guerra... pero ve a ganar, tú puedes, eres un campeón!" "de acuerdo!" grité de regreso, me puse extra guapo y salí a la cita.

la mujer y yo fuimos a bailar y la pasamos muy bien. mientras girábamos agarrados de las manos, con el corazón acelerado, riendo como idiotas, me di cuenta donde estaba; tenía los pies sobre la maldita cima de la montaña y el fantasma de nenina epet estaba junto a mí, flotando a mi alrededor, recordándome el precio de querer. y ahí se quedaría, ahí conmigo para siempre. mi primera y única monstruosa belleza. mientras tanto, la mujer nueva y yo bailábamos pegados, respirándonos en la cara, con los labios a menos de un centímetro el uno del otro y reconocí que nenina epet es mi guerra de vietnam y ahora tendré trastorno por estrés postraumático el resto de mi vida y eso es algo con lo que tengo que hacer las paces. el miedo a las niñas, una vez que se tiene, nunca se va, se queda aquí, en el corazón, enterrado profundo inoperable el hijo de puta, pero estaré maldito si dejaré que el miedo a las niñas me detenga de sacar a la biología y al romance a jugar de vez en cuando. no soy tan incapaz.

A LAS MUJERES RARAS QUE SE PRESTAN

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