Wednesday, November 16, 2016

La Santa Comunión de los No Muertos

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Estoy sentado en el trabajo sin hacer nada, esperando la siguiente quincena. Tengo ganas, pero no lo hago, de caer de rodillas bruscamente haciéndome daño, de pegar las palmas con violencia provocando un estruendo y de bajar la cara con los ojos tan cerrados que el parpado superior llegue al pómulo y así darles las gracias a los dioses de lo feliz que soy, de la suerte que tengo, de que no tengo problema alguno a pesar de haber vivido improvisadamente. Espero con disimuladas ansias locas la comunión de los no muertos en el rito principal de la religión #1. La vida no importa, la muerte es lo de menos, no vivo ni muero en un limbo existencial al cual llegué a través del sacrificio de los quince días. Les ofrezco mi no vida y mi no muerte y ellos la toman y son generosos a cambio. Recibo y, después de la cada vez más pequeña explosión en mi centro, balbuceo hacia la nada, con las pupilas tenues, con el corazón y la cabeza ni prendidos ni apagados. Me pongo a rezar, venga a mí lo que merezco, por lo que me he sentado y esperando, por lo que he participado en la única religión que tiene sentido; les rezo a los dioses arriba, los que hacen algo por mi ansiedad, hacen tanto que ha desaparecido y en su lugar no hay nada. El deseo crece y al día catorce ya me muevo como sucio miserable drogadicto que tiene la resistencia muy arriba, sólo quiero y digo “vamos, necesito mi dosis, vamos, estiren su mano, dioses de los no muertos, y tóquenme, a mí y a mis hermanos” y así llega súbitamente, parpadea la noción de su llegada, se celebra un segundo. “hola, comunión de los no muertos” le digo con cara de alivio a la pantalla del cajero y llega otra vez. Regreso a mi silla, a esperar en silencio, a no llamar la atención, a no vivir ni morir, cualquier cosa para no espantar a los dioses, hay que portarse bien y ser serios, no puedes ser un idiota o eso asumo, quien sabe que pase si de repente hiciera idioteces, lo más seguro es que se me despidan, que las cosas dejen de hacer sentido. Como sea, cualquier antojo u ocurrencia desaparece al empezar otra vez el sacrificio, al reanudar la muerte lenta en la vida larga. Hay que andarse con cuidado para apenas ver la pseudo existencia, es peligroso aplicar filosofía, hay que concentrarse en el sacrificio y estar listo para dentro de quince días volver a abrir la mente y todos los sentidos a esa idea que permanece un instante diminuto, que cae como llovizna de un segundo, que baña rico, pero se seca rápido. Enséñales a los dioses tu boca abierta y deja que calmen una milésima la sed incurable. Ven a esperar, ven a sentarte, ven a callarte y recibe la santa comunión de los no muertos.

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