Friday, September 03, 2010

arnoldo

"esos hijos de puta ni saben quien soy yo" fue lo último que me dijo arnoldo. tomábamos tequila y oíamos discos viejos de mi abuela, una punketa que sobrevivió a todos sus amigos y murió rodeada de gente aburrida y gris, que tomaba, hasta el tiempo complementario, la vida muy en serio, gente sin nada que decir. eran como las tres de la tarde. arnoldo odiaba la vida, pero no quiso morir. subimos a la azotea a fumarnos un porro delgado, pero muy largo. arnoldo se sentó en el borde de la azotea, callados fumamos bajo el ardiente sol de agosto. no faltaba nada del porro cuando arnoldo se cayó y se mató. yo, pacheco fuera de mi mente, me asomé, lo vi ahi tirado, sobre un charco de sangre, levanté la mirada, sentí la brisa que de pronto me acarició, con mi cuerpo llenándose de un sentimiento que nunca había sentido y supe que nada sería igual, que mi vida había cambiado para siempre. arnoldo estaba muerto.

la vida continuó sin arnoldo. una nueva rutina desplazó a la vieja y yo no tardé mucho en aprenderme el programa. fue facil ya que hacía lo mismo que siempre, pero ahora sin arnoldo. veía la tele e iba a la escuela y esperaba paciente a la muerte. un día veía un programa del cual no recuerdo nada cuando oí un ruido en el piso de abajo de mi apartamento, supuse era la mujer que limpia mi casa y regresé al limbo intelectual, luego recordaría este momento como ese en el que arnoldo regresó de la muerte. pasaron unos días y volví a oir ruido, esta vez donde guardábamos el licor, eran las 8 de la noche y la mujer sólo iba en la mañana. "pero que coño?" me pregunté, extrañado. bajé y vi a arnoldo abriendo una botella de whiskey. "arnoldo" murmuré. no supe que hacer y automaticamente, con la mente en blanco, regresé a ver mi telenovela. una tarde, mi madre me regañaba por llamar a la vecina "culera". mientras mi madre hablaba me puse a pensar en arnoldo y su reciente reaparición. "la proxima vez que lo vea, le hablaré a ese hijo de la fregada" me dije. luego me fui a dormir y soñé con ese día, con la muerte de arnoldo y lo poco que sentí cuando murió. "que se vaya a la fregada" pensé cuando lo vi muerto en el sueño. más por decisión que cosas de la vida, se había acabado, la brecha era irreparable, capricho mio, tal vez, inmadurez, estupidez, terquedad, qué más da? no estaba en mis planes, pero pasó y ahora, sólo porque al cabrón se lo ocurrió regresar como un fantasma, no se me antojaba volver a entablar una relación con él, y después de arrancarme ese pedazo de mi vida que ocupaba, es pedir demasiado, uno se muere y listo, en mi libro la muerte marca el final de todo tipo de relación con una persona y ni revivir va a cambiar esa política que tengo muy cerca a mi corazón, además no se me hacía justo para el resto de los muertos ni los vivos. desperté y desordenando mi closet me encontré a arnoldo. "no le hablaré" pensé y me hice el dormido. "adios arnoldo" le dije, dandole la espalda y, con una lagrima bajando hacia mis sabanas con manchas de semen y mierda, me preparé para ignorar a arnoldo para siempre, para olvidar todo lo que habíamos vivido juntos y para adaptarme a mi nueva vida, a mi vida solo.

el tiempo corrió y arnoldo seguía yendo y viniendo en mi casa. sentado en una banca de parada de autobus, unos días del regreso, me pregunté la razón por la que arnoldo no intentaba hacer contacto conmigo. ese tren de pensamiento ni siquiera salió de la estación porque, al considerar la cuestión incontestable, lo olvidé por completo. al principio, oírlo abrir puertas y cambiar cosas de lugar me provocaba un sensación de malestar que llegó al extremo de odiarlo calladamente con todo mi corazón. "cabronazo" pensaba cuando entraba al baño y le jalaba al escusado o cuando se metía a la cocina y prendía y apagaba la estufa y abría y cerraba el refrigerador, esto no duró mucho y, como es mi costumbre, me acostumbré rapido y llegué a tomar todo el asunto como una más de esas cosas de la vida de las que no puedo hacer nada al respecto. pasaron meses y el fantasma de arnoldo se mezcló con el fondo. ahora casi no lo notó y como si nunca hubiera reaparecido, hago lo que hago y a veces, más por ocio que otra cosa, trato de notar en mi mismo cambios que no encuentro. "adios, arnoldo" le dije un día y lo olvidé para siempre.

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