Monday, October 24, 2011

waikiki

arturo fue despertado por su timbre. le costó trabajo recordar cuándo y en donde estaba. la imagen se fue aclarando poco a poco hasta que un cuarto perfectamente ordenado apareció. permaneció sentado en su cama, acomodando sus ideas, sentía su mente reiniciarse mientras se frotaba su pálida cara y separaba la realidad de los sueños. así se quedó hasta que volvió a sonar el timbre. "neta" dijo, saltó de su cama, tomó una bata blanca que estaba sobre una silla y fue a la puerta. "quien?" preguntó, con la voz seca y un pequeño dolor en su garganta, no estaba acostumbrado a hablar. "... arnoldo, yoh!" gritó quien se hacía llamar arnoldo. arturo volteó rápido hacía el calendario en su pared. una cara sonriente, cachetona y colorada estaba en el cuadro 24. "debe ser el 24" se dijo a él mismo, recordado burlonamente su deseo infantil de ser un detective. quitó los mil seguros y dejó entrar al hombre medio gordo y con cara simpática a su departamento obsesivamente limpio. no había acumulación de cosas en general, de esa que se acumula con la rutina, esa basura que te dan ahí o allá, que nadie sabe como regresa con uno al hogar, como en el tuyo o en el mío. en el departamento de arturo nada sobraba, sólo todo lo necesario para vivir cómodamente; un sillón de tres lugares que casi nunca era usado, un lazy-boy junto a una lámpara y una mesa del bong, una pantalla lo suficientemente grande para impresionar, sobra decir que era de esas a las que se les conecta la computadora. las blancas paredes desnudas y un suelo de duela como para comer en él. aun cuando no sobraba nada, no se antojaba austero. la persona normal, si fuera invitada, encontraría algo extraño aquí donde mi historia se desarrolla, pero por todas mis posesiones, no podría señalar y decir "eso... eso es lo extraño". todo esto siempre le producía escalofríos al amigo número uno de toda la vida, arnoldo.

"hola arnoldo, discúlpame, no me fijé que hora era" "ni que día tampoco, al parecer" le respondió arnoldo en tono amistoso, haciéndose el gracioso sin éxito, dándole una palmada en la espalda. "no te preocupes por nada" dijo arnoldo antes de sacar un cigarrillo y darle uno. se sentaron en la sala a fumar en silencio. arturo vivía en un pequeño apartamento en algún edificio perdido en la ciudad, en un piso tan arriba que no llegaba el sonido de las calles. arnoldo, seguido por la vista de arturo, se paró a admirar la vista, primero tuvo que recorrer las cortinas, la luz cegó a arturo, el sol brillaba después de muchos días nublados, al parecer el encuentro de los amigos era un acontecimiento astral. la colosal ciudad se desdoblaba más allá de la vista, coronada por una neblina gris. arnoldo estaba de increíble humor y ese panorama sólo lo aumentaba. su pensamiento se perdió entre las miles de casas y calles. le sonreía embobado a la ciudad que no le importaría verlo muerto. arturo sabía que pasaba en la mente de su amigo y se cachó a sí mismo contagiado por su estado de ánimo, desacostumbrado a no sentir otra cosa más que perenne serenidad. sentirse feliz lo desconcentró un segundo y aferrándose a ese estado de indiferencia y cómodo aturdimiento, estiró la voz y zapeó al alegre cabezón. "arnoldo!" salvajemente lo regresó al mundo real, "me voy a bañar" dijo y se internó en la única recamara. arnoldo se sentó mientras apagaba la colilla en el cenicero/cabeza del señor barriga y sacaba una cerveza. el sabor a cerveza al tiempo le recordó que necesitaban ser metidas en el refri. la cocina de arturo siempre estaba atascada de comida. había en su mayoría latas. en el refrigerador sólo había leche y un puerquito que hacía ruido cuando alguien abría la puerta, sin él, arturo caería en la obesidad mórbida. arnoldo regresó a la sala y el silencio lo hizo reflexionar sobre la reclusión de su amigo y sobre esa sorpresa que traía.

arturo salió todavía con el cabello mojado, camino al refrigerador, le regaló una sonrisa ensayada a su único amigo y persona que veía desde hace más de 10 años. tomó una cerveza y se sentó en una silla al otro lado de la mesa del bong, que arnoldo había traído de la cocina. empezó una de las miles reuniones mensuales que habían tenían los amigos a largo de todos esos años. hablaron del trabajo, arturo diseñaba páginas de internet para la compañía de arnoldo, hablaron de películas y del rock n roll. hablaron y tomaron hasta que el sol se fue a visitar otro continente. ya borrachos y todos colorados, arnoldo, de repente, se puso muy serio y se acercó a su amigo. arturo, como no era un retrasado mental, supo que algo pasaba. "que pasa? que tienes?" el susto que le provocó ver a arnoldo llorar casi hace estallar su pecho. "arnoldo" se alejó un poco, verdadera preocupación se notaba en su tono. se conocían desde la primaria y dependían el uno del otro para no quedar totalmente solos en esta roca flotante del espacio, por esto y porque simplemente se caían muy bien, había un genuino cariño entre ellos. arnoldo no hablaba, sólo veía hacia abajo y tenía su mano en el bolsillo de su saco de pana café. "hablame, arnolodo!" gritó arturo ya no pudiendo con el suspenso. su lazo con el mundo sacó un sobre blanco con envoltura de plástico fino, lo puso sobre la mesa de bong y lo empujó hacia arturo, éste tomó el sobre, lo puso a la altura de su cara y leyó "lupita rodriguez y arnoldo pedroza: para siempre" arturo no entendió lo que cualquiera que se pasea por las calles de este salvaje y estúpido mundo hubiera entendido de inmediato. con una cara de verdadera y profunda confusión volteó hacia arnoldo. "voy a casarme" dijo, riendo tantito en su interior al recordar que no trataba con un alguien ordinario y teniendo que explicar esto por primera vez después repartir millones de esos sobres. "oh" hizo arturo, pensando que no era para tanto, sin suponer que la verdadera razón por la violencia sentimental de su camarada era otra que estaba guardando como un doctor le guarda a un paciente que además de tener cancer también tiene sida. arturo puso su mano en el hombro de arnoldo y le dijo, sonriendo "no es para tanto, seguro, si es buena, serás muy feliz". arnoldo puso su mirada desbordante de preocupación sobre los ojos de arturo. "no es eso" dijo por fin, cansado de que todo fuera tan difícil. "entonces?" preguntó el recluso, dándole un trago a su cerveza, ya sobrepuesto del susto anterior. "waikiki, la boda es en waikiki" dijo arnoldo, "aja" respondío arturo sin entender "y significaría mucho que fueras" era el puñetazo más fuerte dado más lento en la historia. "que fueras" se repitió millones de veces en la mente de arturo, luego toda la información, no poca, por cierto, que tenía sobre esa isla de hawaii llegó a su cerebro, lo último, lo que lo knockeo, fue que esa isla no estaba en su departamento. el infinito amor que le tenía a su amigo y el odio colosal que le tenía al mundo chocaron como dos tsunamis y el cerebro de arturo, no capaz de lidiar con todo esto, se apagó y su dueño cayó al suelo con la nariz sangrando.

despertó pocos minutos después. "que pasó?" preguntó arturo con un dolor de cabeza propio de una patada de caballo. "mi boda en waikiki" dijo arnoldo, arrodillado a su lado. "neta" dijo por costumbre arturo. "vas a ir?" en los ojos de arnoldo se veía que su corazón estaba en juego. a nadie le gustaría ver más ahí que a su mejor amigo y no sólo necesitaba su presencia, el papel de padrino estaba reservado para él. arturo leía claramente esto con todo dentro de él revolviéndose y rebelándose. su cerebro mandó una orden que su boca no obedecío, volvió intentarlo y dijo casi gritando "ok!". arturo salió de su apartamento por primera vez en una década y se la pasó tan bien en waikiki que se mudó para allá. vive muy contento tomando jugo de coco y comiendo pizza hawaiiana.

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