Wednesday, July 13, 2011

por siempre joven

fumaba un cigarrillo y tomaba una cerveza extraña fuera de una catedral en algún lugar de europa con buen humor explotando dentro de mi corazón. mis ojos brillaban y mi boca babeaba, celebraba mi primera juventud. era verano, el sol brillaba y veía con alegría la gente ir y venir. una mujer, de pronto, se acercó a mí, agitando una fotografía, hablaba un idioma que no podía entender, parecía repetía algo, moviendo locuazmente la foto frente a mi cara. era la foto de un niño sucio. mi cerebro se tardó una fracción de segundo en reconocer a la mujer y su foto, pero cuando la imagen terminó de ser formada en mi mente, empecé a reír. esto ofendió gravemente a la mujer. dejó de agitar la foto, yo seguía riendo, los gritos en lengua extraña y la manera de agitar la foto causaban en mí una impresión en extremo cómica. la mujer, al oir mi risa burlona, se me quedó viendo con gesto de enfado. me veía reír, ahi sentado, en las escaleras de un edificio que ha visto a miles de vidas, pasando la eternidad, si pudiera hablar esa gigante iglesia, la maldita no se callaría nunca. la señora, con el volumen aumentando gradualmente, empezó a decir algo. la risa se detuvo cuando vi esos ojos profundos y negros y esa boca marchita y arrugada, ese tono como de amenza y rezo no prometía nada bueno. ahora entiendo que aquella mujer era una gitana y eso que decía una maldición.

pasaron los años y me mantuve joven. no envejecía. la maldición de la gitana había detenido mi envejecimiento. esto, podría pensar cualquier, está lejos de ser una maldición, pero yo, una autoridad en la juventud infinita, puedo decirles que parecer siempre un muchacho es un trago amargo que no pasa, sobre todo si eres un muchacho como yo. quien se imagina la juventud eterna, se imagina a un tipo guapo y vivaz y con brillo en los ojos y fuerza en los músculos, no se imagina esa otra juventud, la de un tipo medio gordo y medio feo con mala actitud. me molesta reconocer, pero al mismo tiempo, con la más profunda resignación, que yo pertenezco a la segunda categoría. lo único que puede aspirar alguien como yo es a crecer, a alcanzar la vejez donde todos nos volvemos iguales, donde los defectos físicos y la aversión al esfuerzo se generaliza o se vuelve irrelevante. por suerte la vida extingue muchas de esos molestos antojos producidos por la efervescente química del cuerpo. yo me mantengo siempre joven, siempre tonto, siempre con antojo, con ganas, pero nada de disposición. lo peor de todo es que en cualquier otra historia, el protagonista buscaría una salida, haría lo que sea, iría a la gitana, tal vez, y le pediría disculpas, trataría de arreglar la situación, pero la misma naturaleza que hizo que me maldijeran, es la misma que evita que haga algo al respecto y si volviera a ver a esa mujer le diría que se jodiera y seguramente terminaría maldito una segunda vez.

me veo en el espejo todos los días, muchos años después de ese verano de viaje europeo, y veo mis cachetes colorados, mi piel lisa y tersa, mi cabello castaño, y nada a primera vista en mí rebelaría que no soy un muchacho de 18 años, todo yo grita mediocre y regular juventud, todo menos mis ojos. veo en el espejo mis ojos cansados de un viejo harto de todo. todos esos años de pasar la misma basura, de no conseguir mujeres o dinero. porque la juventud perpetua incluye, lo que contribuye principalmente a este hastió enorme que corroe mi alma, es el estatico estado de mis intereses. mis preocupaciones automáticas son esas de un adulto joven idiota, así durante todo este tiempo. tengo que recordarme cada día que soy un viejo y debo repetirme una y otra vez las cosas que he aprendido. tonterías que deberían dejar de importarme siguen retumbando en mi cabeza, volviéndome loco. la peor es esa maniática búsqueda de sexo inalcanzable que jode mi espíritu cuando es predeciblemente frustrada. lidiar con jovencitas tontas que buscan, románticas, galanes de la tele, ese look a la moda, esa actitud ganadora, esa confianza irracional y yo que no tengo nada que ofrecer. todo quien ha tenido que soportar eso, todo quien no es guapo ni encantador ni listo ni malo, sabe lo horrible que es ver esos ojos que, aún sin decir una palabra, ya te clasificaron de no merecedor de ese momentaneo placer escondido en su suave piel y seductor olor, en ese instante de triunfo, de conquista. por lo menos eso dice el delirio, esa voz en la cabeza y si se piensa, termina siendo lo mismo. que lo piensen ellas o que lo piense yo, que más da con la siempre encendida esperanza, tonta como la de un animal. ahora imagínense años y años de eso, décadas de tontuelas mandándote al diablo. uno no puede hacer otra cosa que amontonar el equivalente al everest en amargura.

así pasó mis días. caminando sin rumbo. con la juventud como cadena que me tiene sujetado a un mundo de idiotez. quejándome y maldiciendo y viendo el mundo cambiar a mi alrededor con la siempre constante de quien es joven es un idiota. lo único que me mantiene con vida es ese terror a la muerte y la ilusión de que un día, en algún punto de la historia, se vuelva deseable ser un malencarado ojete.

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