Tuesday, September 22, 2009

Por el camino del déficit de atención

ejem ejem. cuentitos escritos escapando mentalmente de la faena. ejem.

DE REGRESO A LA NADA

Sentado en una banca me prengunté sobre la muerte. Sin orden previa salió un "estoy exhausto". Yo no estoy hecho para esta vida ni esta vida esta hecha para mí.

Tomé mi mochila llena de cuentitos en hojas arrugadas, camine hacia el nuevo negocio que había abierto en la esquina de mi cuadra. Entré y le dije a una linda señorita que trabaja de recepcionista "Hola, me llamo Alonzo". Señaló una silla frente a una gran ventana y me dijo, viendome a los ojos, comunicandome su total apatía, "espera". Sentados a mis lados estaban una viejita leyendo, cagada de la risa, un libro vaquero y un negro enorme resolviendo un crucigrama. "¡Alonzo!" gritó la señorita con esa voz de ángel. La seguí hasta la oficina de un hombre en sus 30's, con camisa manga corta y corbata negra. Unos lentes de marco grueso en su cara. "Bien, sr. Alonzo" comenzó el sujeto atrás de un escritorio muy bonito "¿Cuánto tiempo le gustaría?", "toda la vida" respodí serio, con los ojos hichados, con la ropa arrugada, despeinado, faltandome el aire, en mí una alma de 60 años. "Eso es mucho dinero" me dijo con las manos juntas y los brazos extendidos sobre su escritorio, bajando su cara y subiendo sus ojos, preguntandome si estaba seguro de lo que hacía. "Nada de nervios" dije y después un silencio que pareció durar una eternidad. Mi padre murió en la guerra y me dejó mucho dinero. "Genial" dijo el hombre, "¿Cuándo quiere comenzar?" preguntó, haciendo el papeleo, "cuanto antes" respondí ansioso. "Bien" dijo al pararse, señaló la puerta "por aquí". Le seguí hasta un cuarto lleno de lo que parecían camas bronceadoras. "Desnudece" me ordenó y me dio un traje de cuerpo entero que se pego a mí. Me acoste en ese como ataúd del futuro. Se cerró la tapa, se oyeron unos cuantos pip's y dormí, dormí toda la vida, dormí y regrese a la nada, a vivir en sueños, a un mundo de color, risas y alegría.

EL DÍA DEL FIN

Caminaba muy contento por la calle, chiflando una tonadita que había oido años antes. Todo iba como siempre, el sol en el cielo, los pajaritos en los arboles, color en mis chapitas y brillo en mis ojos. De pronto, de la nada, me topé con un viejo y, sin parar, murmuró algo que no supe bien que era. "Algún lunatico" pensé, levantando mis hombros, contrayendo mi cara, sin perder el buen humor "¡regresa a la luna, desdichado!" le grité a todo pulmón. Seguí con camino.

Esa noche, tuve un sueño tan loco como el culero ese que disparó desde la torre en Austin, Texas. Me encontraba parado frente a mi ventana y ante mí el mundo en llamas. El viejo de ese día apareció junto a mi y murmuró a mi oido, esta vez claramente "corre, hijo de la verga, es el fin de todo".

CATAPULTA AL INFIERNO

Mucho saben mis amigos sobre mi gran fascinación por el infierno. Mi libro favorito es la divina comedia y mi película favorita es little nicky.

Después de años de ardua y fatigosa investigación, encontré la manera de ir, sin morir, y regresar a la tierra pa' contar mis aventuras. En un pequeño pueblo hay una catapulta que te manda al infierno. Por supuesto, como los habitantes de aquel pueblo son harto inteligentes, al descubrir que habían encontrado una manera de ir al infierno sin morir, aventaron los pedazos de otra catapulta, la catapulta a la tierra. Luego, mandaron a unos tipos para que la armaran y desde entonces van y vienen sin problemas.

Llegué al pueblo listo para ser disparado. Pregunté alrededor sobre la mentada catapulta, me dijieron que fuera a la casa de la seño Chuchita, la cual señalaron con un dedo y caminé hacia allá seguro de mí mismo. Toqué la puerta "Hola, seño Chuchita" dije simpático y juguetón, "por aquí" dijo la viejita jorobada de metro veinte, acostumbrada a los tontuelos interesados en el viaje infernal. La seguí hasta su patio trasero, donde había una catapulta enorme apuntando a unas montañas. "$20" dijo la señora, estirando su mano arrugada, pero super linda "no ha trabajado un día en su vida" me dije, moviendo mi cabeza de arriba a abajo. Busqué en mi bolsillo una moneda, se la di, subí a la catapulta, revise si traía mi cámara y libro de autografos, volteé hacia la señora, sonriendo "¡listo! estaba por decir cuando la infeliz jaló una palanca y salí disparado. Antes de que me diera cuenta ya estaba en el aire, cortandolo, viajando a miles de kilometros por hora, surcando los cielos, siendo golpeado furiosamente por el viento. Vi la montañas, antes tan lejanas, ahora ahí abajo, las pasé y seguí volando.

Volé por horas. De pronto, después de pasar unas nubes, vi por primera vez el infierno. Con su cielo rojo y sus kioskos, sus mares violentos y sus edificios grises. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Caí y golpeé violentamente el suelo. Tardé unos segundos en recuperarme del dolor y la sorpresa, pero luego recordé lo que me dijo una maestra de primaria, un día lluvioso "¡En el infierno nadie muere!". Por fin me levanté y eché un vistazo, gente con caras largas, con overoles grises, caminaban a mi alrededor. "Primero lo primero" me dije y le pregunté a un sujeto que pasaba sobre la catapulta a la tierra, él señaló la catapulta enorme que estaba justo junto a mí. "Duh" hizo antes de seguir su camino.

Esa temporada en el infierno (yeah) fue la mejor de toda mi vida. Conocí a todos mis idolos, lo recorrí todito y jugué tanta ruleta rusa que perdió su encanto. "Hora de regresar" me dije un día, mamado del infierno. Fuí muy contento hacía la catapulta, pagué los $20 a un vato que estaba ahí parado, me disparó y salí volando.

Volé por horas. Pasé las montañas. Pasé unas nubes y, dandome cuenta demasiado tarde que ese día la viejita lavaba la red que te salva de la muerte, golpeeé el suelo y me fuí al infierno.

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