Thursday, September 09, 2010

el cachete rodríguez

hablaba con mi reflejo sobre lo pesada que es la soledad. "oh reflejo" decía, sentando en mi baño, en una silla que había puesto ahi para platicar conmigo mismo, con la cara empapada de tanto llorar, con la personalidad toda dividida, totalmente ajeno a los demás humanos que infestaban este planeta, sintiéndome como en una maldita isla desierta, era mi naturaleza la que me separaba y quien conoce la historia de la rana y escorpión sabe que uno no puede luchar contra su naturaleza "cochina suerte, cochina cochina suerte". llegué a pensar que moriría solo y que pasaría toda la vida con mi reflejo como única compañía, empezaba a acostumbrarme y a decirme que no estaría tan mal, que yo era todo lo que necesitaba, pero en mi biología explotaba violentamente, como una maldita supernova, la necesidad de relacionarme, ya no de tener una mujer, con un amigo, alguien con quien platicar, que entendiera lo que decía, que no hiciera cara de "este hijo de puta es un loquete" cada vez que le contara algo, me conformaba. oh que terrible, que terrible es la soledad.

estaba tirado boca abajo en mi cama, siendo un hombre con corazón roto. mi padre estaba harto del constante ruido de mi llanto que perturbaba el silencio de mi casa y se dispuso hacer algo al respecto. me consiguió trabajo en una tienda de golosinas nutritivas y me dijo que dejara de ser tan mariquita, que creciera un par, que encarara al mundo con valor y que me pusiera duro ante los golpes de la vida. "palabra" le dije, tomando mi cuaderno donde escribía cuentos súper padres y salí a enfrentar la existencia, sin un aliado, sin un amigo, sin nadie con quien contar. llegué a la tienda de un hombre norteño y me dio mi uniforme y dijo cosas que no entendí. "esta con madre" decía con marcado acento al final de cada intervalo de ruido incomprensible. me puse la playera/uniforme que olía a cabrito. "el empleado no tiene la combinación de la caja fuerte y no me importa que le pase" decía en la playera que me quedaba varias tallas más grandes. sin darme cuenta ya era llevado por la corriente de la rutina y todos los días iba a sentarme atrás del mostrador, a esperar clientes que nunca llegaban. el aburrimiento era tal que leía 4 libros al día. tanta lectura me estaba volviendo muy cabezón, así que me puse a aprender todas las canciones de mi banda favorita de la adolescencia: muse. con una guitarra acustica entre mis esponjosos brazos, cantaba, con mucho sentimiento, lo mejor que podía "far away, this ship has taken me far away, far away from the memory of the people who care if i live or die, starlight...". se cumplió el tercer mes y por la puerta no había pasado ni una sola persona. el trabajo sólo había empeorado las cosas y me sentía más miserablemente solitario que antes.

un día soleado de octubre entró la persona que cambiaría mi vida para siempre. el cachete Rodríguez. el hombre norteño, al entrar, me despertó de una de las muchas siestas que tomaba durante el día, junto a él un joven de mi edad, el más cachetón que había visto en lo que llevaba siendo. "señor artiaga" le dije con tono de arrepentimiento y suplicando comprensión, creyéndome en problemas, pero no pareció notar nada, hizo ruido, dejo al cachetón en la tienda y se fue. entendí que trabaja ahi porque tenía la misma playera que yo, "oh ok" hice al entender, moviendo la cabeza de arriba a abajo, con una mueca/sonrisa de orgullo hacia mi mismo y luego me puse pensativo cuando se me ocurrió la idea de "cómo mierda, sin clientes, ni nada, puede contratar más gente?" todo esto se me olvidó de inmediato al ver que me hablaban. "hola" dijo el tipo amistosamente "me llamo... filipino mariano consuelo rodríguez camarena, pero me dicen el cachete rodríguez" esto me provocó mucha risa y supe que el cachete rodríguez y yo nos llevaríamos de maravilla. nos volvimos amigos de inmediato. "oh cachete" le decía tomando una cerveza, después del trabajo "no me acuerdo de la vida antes de ti" la repentina alegría en sus ojos me dio a a entender que sentía lo mismo. el cachete era igual de tontito que yo y disfrutábamos de la mismas cosas. todos los días, en el trabajo, platicábamos puras tonterías y locuras y teníamos el tiempo de nuestras vidas. una vez, que estábamos perdidos en licor y golosinas nutritivas, platicamos sobre lo solos que nos sentíamos antes de encontrarnos el uno al otro. ese día terminamos abrazados, llorando como quien encuentra la salida de un laberinto en el que ha estado perdido durante 22 años.

el cachete y yo luchamos contra la soledad y sus males hasta que nos volvimos viejos. en un hospital, 60 años después, uno junto al otro, dijimos al unisono "no me gustaría morir junto a nadie más" y sacamos nuestro último aliento.

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