Friday, December 07, 2012

la banda de don Alfredo

14

sentados afuera de un café en el sol tomando tragos de mujeres, mi amigo pedro me habló de algo que lo cambió para siempre. no me dio muchos detalles, sólo me dijo que caminara y caminara y, si era uno de los escogidos, lo encontraría. pensé al respecto por años, todas las noches, tirado sobre mi cama, viendo el techo de los vecinos a través del agujero en el mio, escuchando los siempre cambiantes sonidos de mis tripas, entretenido y maravillado con el sistema digestivo, atento al trabajo del acido sobre los tamales que comí esa tarde. la ansiedad llegó a su limite, no podía más, tenía que ir a buscar eso que me esperaba. me puse mis tenis, mi chamarra y salí hacia ningún lugar, sin dirección alguna, a caminar y nada más, hasta que me encuentre eso que busco. me perdí por la ciudad. era una noche silenciosa y más oscura de lo normal. las calles vacías, como si hubiera azotado una epidemia de la cual no me enteré. por doquier pequeños charcos aún cuando llevaba años sin llover. me paré frente a uno y me pregunté donde habrá salido. no perdí más tiempo con eso y seguí caminando, perseguido por algo que existe sólo en mi mente. me metí en callejones, crucé avenidas y recorrí calles. me fui internando en lo más profundo de la ciudad, adentrándome maniático en colonias desconocidas. renuncié a la cordura, me lancé sin red hacia el abismo de la demencia, dejando atrás todo vestigio de razón, abandonándome en el delirio. avancé sin intención alguna de detenerme. seguí hasta que un hombrecillo con un traje purpura, con sombrero, guantes y bastón, brincó de una montaña de basura bajo un letrero de neon verde con "alfredo's" escrito. me dijo que entrara y viera. obedecí y me encontré en un cuarto oscuro, la puerta desapareció de golpe. "siéntate" se oyó, sentí mi camino hacia una silla. me senté a esperar. el ansia, el fin del nunca cambiante estado de las cosas se avecinaba y yo no podía esperar para darle la bienvenida y que me tomara e hiciera de mí lo que le plazca. me senté y esperé frente a un telón apenas visible a pocos metros. se abrió la cortina, se prendieron las luces y nada. pasaron los segundos mientras sudaba, empapándome por completo, con la expectación explotando en mi pecho destruído. "vamos" quise gritar, pero no me atrevía a perturbar las cosas y arruinarlo todo, mejor esperar y ejercitar la paciencia. ahí, frente a mí, un escenario vacío, en un cuarto oscuro, en algún lugar perdido. podía escuchar el latido de mi corazón y en mi cabeza el suspenso reinaba absoluto. "vamos!" susurré desesperado, retorciéndome en la silla. el tiempo me trituraba, el segundo se volvió la mayor unidad posible, cada tic, cada tac del reloj invisible, escondido en la negrura, era una espina en mi alma, era un latigazo en mi espíritu. estaba a punto de rendirme cuando tres hombres regulares y uno gordo, vestidos como mariachis, todos con bigotes frondosos, con diferentes instrumentos, un trombón, un tambor, una trompeta y una guitarra, se pararon en el centro de la escenario con cara inexpresiva. los miré desconcertado. empezaron a tocar una marcha popular. al principio no sabía que hacer, la sorpresa trabó mi cerebro, pero mientras se iba destrabando, empecé a sentir una alegría desconocida emerger de una parte de mí que no sabía existía. "sí" dije, sintiéndome como un niño, aplaudiéndole a los hombres que tocaban semejantes a robots, con la mirada en la nada, sin revelar la minima humanidad, pero a mí no importaba, estaba de un animo excelente. acabaron de repente, en seco, un segundo estaban tocando y al siguiente no. me quedé paralizado en el repentino silencio. viéndolos ignorante de lo que seguía y adorando cada instante. volvieron a empezar, pum pum pum pum pum tata tata ta. pero el efecto sobre mí, noté demasiado tarde, muy diferente. me sentí hipnotizado y luego, descubrí con horror, algo me invadia, se escabullía a lo más privado, violaba la última intimidad y yo no podía hacer nada al respecto. marchaba imparable, me ocupaba, me invadía sin resistencia alguna, había perdido el control de mi cuerpo. me empujó al panico, me arrojó a la desesperación. mis sentidos fueron manipulados, el cuarto empezó a cambiar, los hombres-robots-mariachis se fueron borrando, no quedaba nada más que una mancha borrosa tomando otra forma. yo lo veía todo pasivo, un espectador y nada más de la transformación de la realidad, testigo de lo imposible. la mancha se volvió una cabaña en la pradera. me acerqué a una ventana, la abrí y el aire que entró fue placer puro. parecía nunca había respirado en mi vida hasta ese momento. dulzura aérea deliciosa. me elevé al paraíso un segundo y regresé a la realidad, me encontré frente a la ventana con las brazos extendidos y los ojos cerrados. una sensación de placidez que me acompañaría el resto de mi vida, por ese segundo haber vivido valió totalmente la pena. regresé de un parpadeo a otro al cuarto con la banda tocando, desparramado sobre la silla. estaba listo para que se acabara. la banda paró, hicieron una reverencia y salieron. el telón se cerró poco a poco, rechinando, la puerta a mis espaldas se abrió, el fetido olor de la calle y la luz de la mañana entraron como alguien despreciable. me paré sereno y salí de aquel misterioso lugar como un recién nacido.

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