Wednesday, November 15, 2017

Mega Mame

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Me dieron un certificado. Decía “Maestro En Mega Mame”. Lo vi en mis manos, quería sentir orgullo, pero sabía que no me lo merecía, burbujeaba todavía en mí la neurosis, no había paz, sólo guerra y no estaba listo para salir, pero el curso se habían acabado y era hora de dejar el retiro donde había permanecido en silencio, tratando de domar a mis demonios clase media, pero los hijos de perra eran especialmente duros y ahí seguían, acechando, jodiéndome, diciéndome cosas como “te vas a volver vagabundo” y yo tragaba saliva, nervioso, escuchando los aplausos. “OK, está bien, lo que sea” les dije cuando me pidieron unas palabras; ni modo, allá voy.
Llegué y supieron de inmediato; no importaba cuántas sonrisas daba, no importaba cuanta técnica aprendida en el curso de mega mame aplicaba, sabían, la irremediable desgarradora incurable tristeza en mis ojos me delataba. “a nadie le interesa” me decían esos que fácilmente podrían ver pasivamente como se ahogaba alguien y he aprendido que no sirve de nada quejarse, es el viejo oeste, no importa que tan malcriado seas, no hay lugar para el berrinche y como sea, a pesar de todo, yo chillaba como el mariquita que era a la vez que me recordaba que si no perteneces, sólo queda el mega mame y yo lo aplicaba desesperado, lo accionaba ansioso, pretendía como me habían enseñado, pero los aparentemente gustosos participantes de la fantasía reconocían de inmediato a quien no estaba jugando bien, al no enajenado, quien no se ha perdido en su papel, no importa cuánto mega mame se aplique.
Repasaba y me decía, como una oración, como un mantra, que la dureza llegaría, que tuviera paciencia, que mi mascara, tarde o temprano, se volvería mi cara y yo tragaba saliva, con miedo en la mirada y decía “ok, está bien, lo que sea”, pero yo sabía que mi personalidad era la receta perfecta de defectos para no aprender nada y seguir haciendo tonterías. “Oh no” susurraba empapado en sudor, en el escenario, contra una pared, horrorizado y cerraba los ojos y trataba con todas mis fuerzas de contestar como debía, de no quejarme todo el tiempo, de reaccionar apropiadamente, pero me descubrían y yo ahora tenía que actuar acorde, tenía que verlos a sus caras monstruosas y decir “sí, estoy mega mamando, pero no hay nada que pueda hacer al respecto” y señalaba, impotente, a mis demonios, y los nativos de esta extraña árida fantasía me miraban con fastidio, me miraban como burros verían a una cebra tratando de pasar inadvertida, pero en realidad, pensándolo bien, quien sabe que mierda estaba pasando en esa cabezota troglodita y trataba, para salvar tantita autoestima, de descalificarlos de retrasados y, mientras tanto, con el orgullo en la basura, caían lágrimas sobre el teclado, “una vez yo me creí intelectual” y ya ni me daban ganas de burlarme de mí mismo.
Pasaban las semanas. Me miraba en el espejo, repasando mis lecciones en mega mame, tratando sin mucho éxito de mantenerme en personaje, casi siempre vencido por la impaciencia, el capricho y las ganas de llorar, pero a veces, de repente, con el dedo gordo del pie inhumanamente estirado, podía sentir el suelo del oh tan profundo océano que era el delirio permanente en cual descendía, y creía haber llegado y empezaba a sentir mi mascara formar parte de mí; “el mega mame funciona” me decía con esperanza, ya celebrando, pero al reconocer, todo se venía abajo, mi personaje se suponía no pretendía; mi personaje me choca, no puedo hacer las paces con este papel, pero los demonios y no hay derecho y etcétera y con el cachete recargado en la palma y el codo en el escritorio, veía genuinamente impresionado a los demás desempeñar sus papeles tan naturalmente y luego, como quien lleva demasiado en el calabozo del aburrimiento y se asoma de entre los barrotes para ver la repentinamente añorada pared de fusilamiento, yo veía a los viejos locos ya tan cómodos ya para siempre perdidos en sus papeles en esta larga y tediosa obra de teatro que es la vida que he elegido. “ok, está bien, lo que sea” repetía, con ganas de quejarme, pero también, de mala gana, reconociendo que no todo estaba tan mal, era sólo muy aburrido y allá iba, con terrible actitud, arrastrando los pies, esperando, pasando semana tras semana, viendo en mis manos, ansiando resignación, mi certificado en mega mame.

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