Thursday, October 19, 2017

Kafkeando

82

Estaba sentando en mi cubículo, haciendo absolutamente nada. Veía el techo, con las manos en la barriga, pasaba el tiempo, tranquilo, esperaba a que se acabara el día. Apareció de repente la mitad superior de la cara de Normita, mi vecina de cubículo “nos quieren en el auditorio” me dijo con bondad descomunal en el tono y en los ojos. Normita era verdaderamente especial y quizá en otro lugar y tiempo pudo haber sido santa o algo. En fin. Me paré con pereza y fui despreocupado.
Para cuando llegué, el enorme auditorio estaba lleno. La gente hacia ruido, se saludaba contenta, se daban besos en sus cachetes, platicaban genuinamente alegres, sintiendo indiscutible victoria, “lo logramos, estamos a salvo” decían como gente en bote salvavidas yendo a toda velocidad hacia la costa. Pero yo no, yo kafkeaba y por eso no me sentía tan a gusto como ellos. A la distancia encontré a los que les hablaba: Pedro Luis, Mariana Francisca, Mendoza Gutiérrez y por supuesto Normita. Me habían guardado un asiento. Eran lindos. Me hubiera gustado que entre nosotros existiera verdadera amistad pero sólo teníamos en común la especie. Fui y me senté.
A mi izquierda, Mariana Francisca, de inmediato, porque yo era el único que no acaparaba la conversación, cada vez me daban menos ganas de hablar, me empezó a contar y a enseñar fotos de sus novios. “Éste me trata bien, pero no tiene dinero” “éste es posesivo como el diablo, pero tiene departamento en Acapulco” “éste coge rico pero es racista”. “Hmm” yo contestaba sin nada que opinar, agitando sobre mi cabeza un látigo, haciéndolo tronar, domando la amargura. Yo no tenía nada que contribuir por una vida terca llena de cosas que no le importan a nadie y la oh profunda infinita soledad de alejarse y alienarse demasiado o eso me decía. Lo que sea.
Llegó el patrón, todos se callaron y pararon. Fue al micrófono el pequeño señor calvo y panzón y  dijo “a ver, ahora sí, todos a cantar” y de las bocinas en las paredes a los lados empezó a sonar “uiiii uiiiii uiiii” y todos, absolutamente todos, empezaron a cantar el himno de la corporación. Yo no cantaba aunque me sabía letra, para entrar tenías que cantar en la última entrevista y yo lo hice y juré nunca más. Así que ahí estaba, mi cara una en el mar de caras, viendo con ganas de reír a los señores y señoras cantando la canción de sus amos. “Mala actitud” me reprendí.
Siguió la canción, duraba más de lo que me acordaba. “ok” dije empezando a sentirme incómodo, era el único que parecía notar que llevaban cantando exagerada cantidad de tiempo. Nervioso, paseé la mirada hasta que la detuve en un tipo alto y gordo que cantaba con mucho sentimiento. “madre de dios” susurré al ver las lágrimas bajando por su cara y, desconcertado, pise la temida mina de “qué estoy haciendo de mi vida” y se hicieron pedazos las piernas de la voluntad que me mantenía ahí. “¡¡aaaaa!!” gritaba por adentro, tratando con todas mis fuerzas de mantenerme inexpresivo, desesperándome más y más y el himno seguía y yo me volvía loco. No podía más y la canción no acababa hasta que lo hizo de repente. Un segundo más y hubiera ido a la ventana más cercana para tirarme por ella. No podía, no podía seguir kafkeando, nada más no, me dije el resto de la conferencia.
Acabó el día y yo tenía el ánimo en la basura. Como todas las tardes, me subí detrás de Normita en su moto, me agarré y recorrimos la ciudad. Llegamos a nuestro complejo habitacional. “Hasta mañana” me dijo Normita sonriente como siempre, yo me quedé parado viéndola con ganas de decirle “no, Normita, no más, Normita, mañana no, por favor” pero “hasta mañana” fue todo lo que respondí tratando muy mal de sonreír, avergonzado de mí mismo, sabiendo que el kafkeo no acabaría pronto, tal vez nunca, había que hacer las paces. Subí a mi departamento. Me senté al escritorio y, con la tristeza pasando, trabajé en mis comics.

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