Friday, June 01, 2018

Cruda por Trabajo (No, gracias)

Yo no sé cómo es quedarse hasta la noche en la oficina y que te dé cruda por trabajo, me da algo de curiosidad, pero preferiría evitármelo. Hay gente que se mata trabajando, que lo hace sin pestañar, aceptando que así es la vida y yo no sé qué es eso. Puedo suponer razones, tal vez sus familias, sus amigos, el dinero, las cosas, la responsabilidad natural automática, la vergüenza de ser un bueno para nada, quien sabe. Su sacrificio del tiempo supongo vale la pena, me imagino que piensan que aprovechan sus años y no puedo evitar preguntarme que si eso es realmente aprovechar la existencia. Yo apenas trabajo y siento que aprovecho mi vida. Veo películas, paso el rato, perfeccionando mis días, haciéndolos lo más cómodos y placenteros posibles y eso significa, en parte, evitar el trabajo excesivo, el tiempo libre es donde está la vida, no tener nada que hacer, vivir en el ocio, eso, para mí, es aprovechar. Pero me hace dudar esta gente que trabajaba hasta la medianoche, matándose, sin problema, no sé si contentos, pero tampoco notablemente miserables, algunos se quejan un poco, pero la mayoría lo toman como yo tomo las leyes de la física. Sospecho sin mucha evidencia que operan por programada responsabilidad o por la inercia que se va acumulando desde que empezaron el kínder y no más no han parado, y pensándolo bien, no existen otra manera si tienes deudas o gente que depende de ti, si sigues el programa, si te casas y reproduces, o trabajas o todo se va a la mierda, no hay de otra. Y me pregunto, viendo a mí alrededor, ¿dónde están los flojos? ¿Dónde están los tontos? ¿Los irresponsables? ¿La gente que no más no quiere? Porque todos con los que trabajo le echan admirable cantidad de ganas, trabajan hasta caer y yo los miro a la mañana siguiente, relajado, descansado y contento, sorprendido y algo apenado, no muy incomodo por el brutal privilegio de ser quien soy y poder esquivar toda responsabilidad extra, haciéndome el tonto extremadamente bien, con mi programación clase media reclamando tímidamente, parcialmente eclipsada por lo feliz que me hace no tener nada que hacer, con ganas de que me salga lo Che Guevara y predicar mis maneras, pero tampoco soy tan sinvergüenza. Dudo al llegar casi a la mitad de la vida, si bien me va, espero no durar cien años, sin esforzarme tanto, sin saber siquiera como se siente tanto esfuerzo, como es el trabajo de verdad, saber de qué se está hablando, no improvisar. Parte de la cuestión (no sé si llamarlo un problema, totalmente en contra del auto engaño y las excusas) es que no me siento a gusto con la idea de la especialización, saber sólo de una cosa, no estar enterado de tonterías que no importan, con el cerebro atascado de trivia, y me pregunto si un día yo tendré que trabajar tanto, qué se sentirá llegar a la casa exhausto, yo no sé y estoy casi seguro de que no quiero saber. A lo mejor se siente bien, quizás me estoy perdiendo de la carne de la vida, concentrado en el hueso, mordisqueándolo contento, sintiendo el placer del ocio, de ser un desocupado, diciéndome que vivir es eso, el hueso, cuando podría matarme trabajando y tener acceso a todo un manjar. Puras sospechas, en realidad no tengo idea. El problema es que no sé hacer otra cosa más que pensar en cuentos, estar sentado viendo la nada, emocionarme al solucionar una trama y eso es la cosa más inútil de la historia. Yo me limito a contemplar la montaña de la responsabilidad que parece nunca acabar, sólo se eleva, y sé que una vez aferrado a ella, trepado ahí en las alturas de años haciendo la misma cosa día tras día, no puedes soltarte, por la caída en la deshonra, pero también por el recuerdo del esfuerzo, “¿todo para qué? ¿para qué tanto sacrificio?” uno se preguntaría si renuncia, no se puede renunciar jamás y adivino que está en juego la paz mental, la seguridad laboral y ocupar los días para no aburrirse.  O a lo mejor quieren evitar la desesperación de la pobreza, del querer y no poder, pero no es para tanto, para qué llenar los días, unas horas son suficientes, tal vez no tienen otra cosa que hacer, no les gusta estar en su casa, se sentirían inútiles, quien sabe y no es como si pudiera preguntar. Introspeccionando, parece obvio que no hay por qué hacer otra cosa más que por lo que te pagan. No sé, la vida libre me encanta, pero ¿Valdrá la pena sacrificarla por más dinero que sólo puedo usar los fines de semana y en la vacaciones? Me da curiosidad y siento que no puedo escapar toda la vida, que tarde o temprano, tendré que esforzarme, es inevitable adentrarse en la selva de la responsabilidad y acostumbrarse a la incomodidad. Ya me tardé, ya no soy un jovencito y mientras más tiempo pase, menos podré participar, la vida dura mucho y la vejez no espera, pero sostengo la esperanza terca de que me saldré con la mía. Quien sabe, la verdad, a ver qué pasa.  

1 Comments:

Anonymous Anonymous said...

El trabajo asesina.

1:12 PM  

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