Wednesday, January 24, 2007

Cómeme, baby

Para la inspiración de este cuento.

Una tarde me caí y me raspe las rodillas. Me quede sentando sintiendo el dolor. Los rayos del sol me daban jsuto en los ojos y yo me quede ahí sentando en el verde pasto con ganas de llorar. Pasó un viejo y me vio con desprecio, “muérdeme” le dije con mocos y lagrimas en la cara. Me ignoró y se despidió con un gesto que solo un anciano puede hacer.

Por fin me levante y fui con mi novia que era un puta. Le dije “baby, hay algo raro en el día ¿tu no lo notas?” Ella no me hizo caso y yo solo me quede ahí sentando pensando en cosas sin importancia.

Salí a caminar, otra vez con ganas de llorar. Camine por el puente donde la mafia había matado a mi padre, me gustaba ir ahí a pensar en que un día yo también sería victima de la mafia y que moriría en ese río que para mí era color rojo. Me senté viendo al día irse al infierno. Paso una chiquita y me pregunto que por qué lloraba, yo le dije “ay yo no se”, me pare y me perdí en la oscuridad de la noche.

Hacia frío y como siempre el cielo parecía cabeza de muchacha promedio. En mi vecindario no se podían ver las estrellas por el efecto natural conocido como “la mala suerte”, en realidad nadie ha podido explicar porque no se puede ver ni una estrella, no era contaminación ni nada por el estilo, solo era la mala suerte que nos azotaba todas las noches a nosotros los que tenemos el corazón lleno de romance.

Solo y triste vi a un cabrón que olía a mis pies después de correr el maratón de aquí a la chingada. Lo vi caminar por ahí, me quede inmóvil y silencioso por si era un punketo en busca de problemas, quietesito vi como el tipo ese caminaba como si se hubiera tomado el peso de un gordito en cerveza. El sujeto pasó sin verme a pesar de que de mi boca salía un ruido parecido al que hace una virgen que por fin fue convencida por su novio patán que en la mañana le dirá “nos vemos, baby” y nunca jamás le volverá a hablar y ella va a llorar y maldecir hasta al ultimo hombre y una vagina menos. Ya no tenía ganas de estar en el bosque y regrese a mi casa, pensativo y algo agradecido a la vida por manipular la suerte a mi favor previniendo que aquel mono no hubiera resultado ser uno de esos que anda por ahí matando gente. En mi casa puse un disco de the smiths y soñé con cosas que me recordaban mejores tiempos.

Al día siguiente mi mamá me mando un telegrama desde Perú diciendo que habían tirado un químico en el agua que hacia a la gente volverse zombis come-gente. “bah, basura” dije fastidiado de la necesidad de atención de la que me tuvo dentro por 8 meses y 3 y media semanas.

Salí con buen ánimo a enfrentar al día y a ganar un poco de dinero que luego desperdiciaría en cerveza. En el camino mientras pensaba en la poco agua que tomaba me encontré a un perro que se movía como si estuviera poseído por un demonio que un día olvido su orgullo y se puso sin un registro de vergüenza a bailar el mas retrasado y corriente regeton. Mire al perro poniendo una cara que le daría risa a cualquiera que estuviera viéndome ahí parado viendo al perro convulsionarse esa fresca mañana de verano. Me quede viendo al perro unos minutos liberándome del tiempo e importándome lo mismo que me importa la gente de África las consecuencias que trae hacer caso omiso al reloj y sus manecillas que se mueven y nunca paran, se mueven burlándose de uno con despiadada comedia incomprendida por todo aquel que tiene entre sus planes la muerte. Cada tic tac es un ja ja.

El perro por fin se murió y seguí caminado con mis shorts color gris, me pelo sobre mis ojos y mi camisa y corbata en los suburbios de algún vecindario del que no he tenido la molestia de aprenderme el nombre. Caminaba felizmente con aire saliendo de mi legendaria boca, manipulado por mis labios produciendo una tonadita encantadora que oí una vez mientras comía sandias en un muelle cuando tenía 15 años. “Vives en el pasado” me dijo la parte de mi cerebro que me había llevado hasta donde estaba y que ignoraba toda la basura que constantemente metía en mi cerebro, como una noche estaba aburrido y por primera vez en mucho tiempo prendí la radio. En la radio hablaban sobre como el mundo estaba apunto de acabarse y que solo una persona podía salvar a la humanidad, inmediatamente esa parte de mi cerebro de la que hablo descalifico la información y la almaceno en el recipiente que tiene una etiquetita con la leyenda “basura” en ella.

“Venga, que se hace tarde” llegue al trabajo y dije “ya me quiero ir” por suerte no había nadie en la oficina y no tenía que lidiar con mis colaboradores que siempre están hablando sobre como ellos no tienen una vida desorganizada y sobre sus esposas y sus hijos sin talento y sin algo de lo que puedan presumir, pero eso no les detiene, dicen cosas como “mi hijo no es tan perdedor como el tuyo” y la señora que se sienta atrás de mi me mira como si quisiera conocerme y yo solo digo mierda como “odio a todos y todo, no se porque sigo vivo” y ella me ve con una mirada que no he llegado a clasificar.

Sentando trabajando contento pase la mitad del día hasta que era hora de comer el lunch. Fui a la sala de descanso recordando como una vez una gordita en la preparatoria en vez de decir lunch con el sonido de la o dijo lunch usando el sonido de la u, ¡que risa! Me senté en el área de descanso que gracias a dios estaba desierta. Tomé café con el buen humor llegando a niveles inimaginables. Solo porque si prendí la tele y para mi sorpresa la gente se atacaba entre ella, “bien, disturbios” dije enseñando lo peor de mí. Decían las noticias que zombis come-gente corrían por ahí, obviamente, comiendo gente. Hice “uh” y recordé el telegrama de mi madre. “¿Quién hubiera dicho que Perú están mas avanzados que nosotros?” dije con ganas de reírme sin darme cuenta de lo seria que es la situación, no había tiempo para buenos chistes, no había tiempo para nada, solo para ir a matar zombis, era hora de tomar una escopeta, apuntarle a algún cabrón en la cabezota y hacer arte conceptual con sus sesos. Corrí a mi casa y busque como nunca antes mi escopeta, escopeta que le había ganado en un juego de pocker al viejo Mckensi allá en el ‘92. La encontré junto a un montón de cosas todas destruidas, tome el carro del vecino diciéndole que el saqueo acababa de empezar, el me miro como miras a alguien que esta en su derecho de golpearte porque le dijiste algo como “pinche culero, yo por lo menos no tengo un hijo retrasado que es violado por los enfermeros que te vacían los bolsillos y hacen pasar hambre mortal a toda tu familia de pendejos sin futuro”. Tomé el carro y maneje a la ciudad.

Desde la distancia podías oír los gemidos y los ruidos que caracterizaban a los zombis. Maneje a toda velocidad topándome con uno que otro zombi haciéndolo parte de la decoración. Me estrelle contra un poste de teléfono, con la escopeta en la mano salí y vi a un montón de zombis comiéndose a una güera que yo me hubiera querido haber “comido”, pero no en la misma manera en que esos zombis rasgaban su piel y rompían sus venas haciendo que la cosa roja que fluía en ella salga disparada como lo que sale de un gordito un viernes por la noche, yo me la hubiera comido diferente, yo la hubiera tomado entre mis brazos y le hubiera dicho cosas como “nena, te voy a hacer el amor tan rico que vas a querer tenerme dentro de ti para siempre” y “nuestro cariño va a hacer parecer al amor mas recordado como dos retrasados mentales tratando de meter sus pitos en hoyos llenos de mantequilla de maní”. Deje de pensar en el hubiera y me dedique a disparar a diestra y siniestra a los una vez ciudadanos de la ciudad calificada como #1 en todas las revistas de urbanidad. Disparaba y me traía una diversión que en otro contexto hubiera sido reconocida como demente, pero los sobrevivientes que me veían me aplaudían. Por diversión empecé a tomar sugerencias sobre como y donde disparar, “en la panza, ¡dispararles en la panza!” gritaba una pequeñuela con emoción y alegría. Me sentía la estrella del momento, corría entre gente que no estaba muerta y me llenaban de porras y gritos de ánimo. La fiesta continuo hasta que ya había demasiada gente disparando y se volvió una cosa tan corriente como beber de la llave, como era de esperarse la chusma le quito la diversión a la innovación y de un segundo a otro ya había idiotas arruinándolo todo. No faltaron los que discutían sobre que tan éticamente correcto era hacer pedazos a los muertos que no habían escogido regresar a la vida y comer gente. Me lo habían echado a perder y mi entusiasmo se convirtió en fastidio. Me obligaron a retirarme de regreso a mi escondite en los suburbios. “Adiós diversión, nos vemos luego” y maneje malhumorado.

De regreso afuera de mi casa me tope con mi amor secreto de la secundaria que se comía al anciano que hacía la cara más peculiar que haya visto en mucho tiempo. La vi llenándome de ideas solo aptas para adolescentes, me quede suspendido en el tiempo y con el corazón latiendo como si pesara 50 mil kilos más sin saber porque trate de llamar su atención. Al fin volteo, me miró como yo veo un buen bistec y salio disparada atraída por mi juvenil y fresca carne, no podía moverme, tantos recuerdos eran como un ancla de mil toneladas.
El sol quemaba y el aire de verano llenaba mis pulmones jodidos por el cigarrillo. Con los pájaros cantando en los alrededores, la dueña de mis sueños húmedos me mordió el hombro, “que buena manera de morir” le dije aprobando que me matara y me comiera. “Cómeme, baby” repetía sin una pizca de miedo ni respeto hacía la muerte. “Cómeme, baby” le dije, enamorado, a la única mujer que me había echo creer en algo más que la lujuria. “Cómeme, cómeme, baby” repetía perdiendo el conocimiento.

El fin 2: el regreso de chamuel

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