Friday, August 17, 2018

Cero Pegue

98

Le volvió a pasar, la volvió a cagar. Encontró a una que parecía perfecta, se emocionó y sin remedio lo arruinó todo. Se dio cuenta demasiado tarde que la casa del amor estaba en llamas y torpemente trató de apagar el incendio con la gasolina de la idiotez. No había escape.

Ramón estaba en la escuela, tenía más edad de lo que aparentaba por eso de la neotenia y podía ir a la universidad a sus 30 años sin que nadie se alarmara. Estudiaba algo que no le importaba como excusa para pasearse por el jardín fecundo de la educación superior, esperando cortar una flor, ardiendo en deseo, maldiciendo de pasada a la biología, a él le gustaría quedarse en su casa y ver el techo, no podía esperar para que se le marchitaran los testículos y ya no se produjeran las ansias, pero la vida dura demasiado y hay que aguantar. Ramón no tenía de otra, era una marioneta de la calentura y no podía rendirse. Por eso, fue y le habló a Maricarmen. Se presentó y activó, con algo de desgana, el carisma. A pesar de su lamentable esfuerzo, Maricarmen mordió el anzuelo. “Yo nunca he sido cool” se dijo Ramón, ya tirando la toalla, reclamándose las horribles decisiones y el desperdicio de vida, pero Maricarmen pensó que le hablaba a ella. “Ay yo tampoco”, Ramón combatió la misantropía y volteó hacia su entrepierna, “pero vas a ver” y empezó a hablar sobre la tragedia de la vida y cosas similares, cosas sin sentido. Maricarmen sobraba ahí, Ramón, perdido en el delirio, bajo los estragos de su mente descompuesta, ya no le hablaba a la tierna muchacha de sólo dieciocho, se dirigía a él mismo. Pero Maricarmen, todavía no enterada de que este cochino mundo está lleno de orates, escuchaba entretenida el monólogo del pobre loco idiota frente a ella. Pasaron unos minutos y “vayamos por cerveza” le dijo al fin Ramón como quien acaba de recitar y se dirige a la audiencia. “Ok” respondió ella y sonaron truenos, tembló un poco, augurio funesto, cruel destino, trampa del infortunio bajo los pies de la muchacha, estaba a punto de caer en la red de la intensidad descontrolada producto del terrorífico inescapable círculo vicioso conformado por la soledad y la rareza. “No hay remedio” dijo con un suspiro Ramón y allá fueron, al bar que frecuentan los muchachos de la facultad.

Sintiéndose como un perro no sólo por la miseria, sino también por la calentura que ardía dentro, Ramón bebía mucho por reflejo. “Soy un maldito boiler” le decía a Maricarmen, quien bebía preocupándose de que la vieran; estaba programada para no estar sola jamás y Ramón, por lo menos por afuera, era buen candidato para ocupar de inmediato el lugar que dejó el ex de la joven que siempre había tenido novio desde que le pegó la pubertad. Y la gente los veía y se decían entre ellos “esa Maricarmen ya tiene galán, estábamos a punto de pensar que había algo malo con ella” y se ponía contenta, pero Ramón le tenía malas noticias, acababa de terminar esa cerveza que lo sacaba de la decencia y que lo volaba a la casa de vulgaridad, esa cerveza que era un cáscara de plátano en acción. Ramón estaba superado una vez más por el alcohol y no quedaba más que despedirse del control. Hora de cagarla. Tan fácil que pudo haber sido, cuando sólo tenía que darle una suave patadita al balón del cariño para anotar ese añorado gol, él, carente absolutamente de gracia, corría hacia la portería llamada Maricarmen y pateó con todas sus fuerzas el esférico que voló hasta perderse de vista. “Uhh oye, yo te quiero, hay que ser novios, no importa nada” dijo de pronto Ramón, viéndose desde fuera. “Qué” preguntó Maricarmen rezándole a todos los dioses haber entendido mal. “Que onda, vamos a mi casa, hay que ponerle nombre al niño” oh no, no había marcha atrás. La tristeza explotó y se expandió por la cara de la tierna mujer. “Qué guarro” dijo Maricarmen al pararse, tomar su bolsa e irse a contarle a todas sus amigas lo que había pasado. Ramón ahí se quedó, bebiendo las penas pa'fuera y se puso tan borracho que terminó vuelto una bestia, listo para los problemas.

A la mañana siguiente apareció en su cama. Ahí, lo recibió, junto a una salvaje cruda, el recuerdo de la noche anterior. Retumbó en su cabeza, con el arrepentimiento ya formándose, la cruel memoria de su falta de tacto y total incompetencia romántica, los cuales le tenían un gargajo preparado, escupido directo hacia la autoestima. “Oh no” decía Ramón dando vueltas en su cama. Pero él sabía que no importaba nada porque después de un rato estaba listo para volver a empezar. Estaba convertido en un pequeño Sísifo, no había remedio, y allá iba, a encontrar a otra, a cagarla de alguna manera solo en retrospectiva obvia y seguir cagándola al tratar de destapar el escusado desahuciado y así, una y otra vez hasta que a lo mejor, un día, puede ser, encontrará a una tan loca como él, quién sabe.


(La neotenia (del griego neo-, ‘joven’, y teinein, ‘extenderse’) es uno de los procesos de heterocronía que se caracteriza por la conservación del estado juvenil en el organismo adulto en comparación con su ancestro u organismos cercanamente emparentados, debido a un retraso pronunciado del ritmo de desarrollo corporal en contraste con el desarrollo de las células germinales y órganos reproductores, que se lleva a cabo normalmente.)

1 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Diarreicos del mundo, les saludo.

5:57 PM  

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