Monday, April 15, 2019

Las Ideas de Alguien Más

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Martín fue detenido en la calle por un señor al cual le salía la barriga por debajo de la camisa. “Oye, tú” le dijo el desconocido, tomándolo del hombro “deberías escribir una canción sobre mi equipo de futbol”, “ok” respondió Martín, reconociendo con buen humor, que eran sólo naturales esas repentinas y extrañas interacciones, consecuencia de ser recientemente popular. Era cantante y su último disco fue empujado por la radio y la tele abierta, fue bien recibido por el público en general y ahora, al andar por el metro o ir a beber, sin falta, alguien lo reconocía y le sugería ideas para sus  próximas canciones. “Escribe una canción sobre esto”, “escribe una canción sobre aquello” le decían y, Martín, como era muy educado, sólo sonreía y decía “buena idea” o “como no se me había ocurrido” y seguía con su vida, esperando a que algo le llamara la atención o a que alguna le moviera el tapete para escribir una canción sobre eso. No necesitaba las ideas de alguien más, pero tampoco le molestaban como a muchos de sus amigos artistas que se quejaban de que la gente ordinaria se atreviera a decirles tonterías. Martín levantaba los hombros, hacia la cabeza hacia un lado, sacaba el labio inferior y cerraba los ojos en señal de “no me preocupa”. La vida es demasiado corta para molestarse por esas cosas, opinaba, y que le sugirieran temas para sus canciones lo tenía sin cuidado, podían parar o podían seguir, no pasaba nada.

Los asuntos sin importancia, normalmente, se desprendían con harta facilidad del sartén de súper teflón que era la mente del cantautor, pero, esta vez, la idea de las sugerencias se incrustó en terreno fértil mental, lista para germinar en cualquier momento y eso fue justo lo que hizo. Echado en un sillón de su sala, viendo el techo, disfrutando del silencio de la tarde, a nuestro protagonista se le ocurrió algo de repente, algo que le dio risa, suficiente para avanzar y pensarlo interesante, el caldo primordial estaba listo. Luego, como el espermatozoide del pensamiento fecunda el óvulo de la voluntad, empezó a idear cómo su idea podía volverse realidad; así el génesis, las células de planeación se dividían, creciendo, hasta formarse en realidad. Martín iba a tomar las ideas que le sugirieran e iba a hacer todo un disco con ellas. Pero, antes, como hombre práctico que era, tenía una consulta muy importante que hacer.

En un penthouse, bañado por el placentero sol de una tarde de primavera, Martín terminó de contar su idea. “Te van a demandar, Martincito, mi vida” le respondió su abogada, de broma, con cócteles en las manos, sentados en camastros junto a la alberca en el techo del edificio donde vivía la licenciada; los dos rieron al imaginar a un taxista escuchando la radio, reconociendo que su idea para una canción sobre su perrita koni era un éxito y luego ese mismo taxista yendo a demandar al cantante, valía la pena sólo por eso. “Manos a la obra” se dijeron al unísono y allá fue Martín, a pasear por los mercados, por las veredas, por los centros comerciales, a que lo detuvieran a proponerle ideas.  Sería chistoso que desde ese día nadie sugiriera nada, se dijo el músico justo antes de ser detenido por una señora que le ordenó hiciera una canción sobre su hija Robertita. Y como la señora, muchos confianzudos llegaron y propusieron. Para el final de ese día, ya tenía una discografía entera de sugerencias. 

“Qué bárbaros” se dijo Martín con su sintetizador en frente, viendo su cuaderno lleno, literalmente atascado de portada a contraportada, de lo propuesto por los desconocidos que lo vieron pasar y se dijeron “sí, esa es una buena idea para una canción”. Había, entre muchas otras, una sobre gorriones, otra sobre marte y una más sobre el benemérito de la américas Don Benito Juárez. Martín simplemente no sabía por dónde empezar. Decidió dejarlo a la suerte. Aventó su cuaderno y lo dejó caer al suelo; tomaría una idea de la hoja donde cayera. Se acercó al forma francesa en el suelo, le dio vuelta sin ver y puso el dedo en el papel. Abrió poco a poco los ojos y vio que su siguiente canción sería sobre… la ex de algún tontuelo. “Mierda, ok, mejor no” se dijo con una mueca. “Una vez más” y prometió ahora sí hacerle caso a la suerte. Abrió los ojos y vio que el tema de su siguiente canción era la Chilindrina. “Puta madre... Ok” se dijo, dudoso, ya no le parecía tan graciosa la idea, pero como era de esos que acaban todo lo que empiezan, se puso a componer. Así le hizo otras nueve veces y seis meses después ya estaba listo para entrar al estudio a grabar su disco titulado Las Ideas de Alguien Más.

El disco pasó sin pena ni gloria, nadie le hizo mucho caso, ningún blog escribió al respecto, Martín pensó en cantar alguna de las canciones en sus conciertos, pero optó por mejor olvidar todo el estúpido asunto para siempre. Poco tiempo después, el cantante continuó como si nada con su vida y carrera, ignorando las ideas que le sugerían cuando iba por ahí.

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