Thursday, October 11, 2012

guiado por las voces

9

estaba tirado boca abajo en el suelo, cubierto por la oscuridad, misteriosamente cansado, no recordaba la última vez que había hecho algo. sólo en calzoncillos, con la cara sobre un pequeño charco de mi propia saliva. sentía el cuerpo pesado, como si mis organos fueran de metal, y me hubiera gustado seguir sobre la duela limpia y fria el resto de mi vida, pero tenía que pararme, tenía que seguir. me despegué poco a poco del piso como desconectándome de caduca fuente de vida y tambaleándome, recordando como caminar, fui a la ventana con las cortinas negras cerradas, enmarcadas por la luz. tomé esas cortinas y las abrí de golpe, el día tacleó mis corneas y permanecí deslumbrado, recibiendo inmóvil toda la potencia del sol. mis ojos llenos de lagañas quedaron abiertos todo lo que podían mientras yo seguía aferrado a las cortinas, humilde bajo tal poderío, de regreso a las cavernas, como un chango que atestigua un poder que nunca va a comprender ni mucho menos igualar. la tremenda cachetada de luz me despertó por completo. ahora sentía los mocos secos en mi nariz, el sebo en mi cabello y la suciedad en mi cuerpo. un instante ahí quise regresar al suelo, pero no podía, tenía que seguir. miré una pequeña puerta en un extremo del cuarto y en automatico caminé hacia ella. en el trayecto me pregunté si siempre había tenido tan pocas cosas, último lugar en la carrera del capitalismo. un colchón, un escritorio, una cajonera y nada más en el ahora alumbrado cuarto. todo muy limpio, muy en orden, la cama hecha como por profesionales y sobre el escritorio una computadora cerrada. abrí la puerta y entré al reluciente y brillante baño de azulejo blanco. en un movimiento rapido ya tenía los calzoncillos en los tobillos y los pateé hacia a la pared. vi mi cara en el espejo inmaculado. oh y la juventud apareció ante mí, decían un parpadeo, decían que acabaría rapido y sigue ahí, con las chapitas rojas y brillo en los ojos, la piel tersa y la dentadura blanca. pura salud, pura fuerza. mi corazón aceleró, mis ojos se inundaron, quise regresar al suelo, pero no podía, tenía que seguir. prendí la regadera, 5 segundos y la temperatura perfecta. mientras me bañaba pensé en el pasado, todo borroso, ruidos e imagenes pasando rapidamente sin ningún sentido, gente sin cara yendo y viniendo y esto me atolondró todo. acabé y ahora estaba limpio. salí de regreso al cuarto. parado frente a la puerta del baño me tomó un rato acordarme que debía hacer a continuación. desnudo miré confundido el cuarto, oí aturdido el canto de los pájaros y poco a poco me fui internando más y más en mí. como siendo tragado por la tierra, así mi mente fue hundiéndose y descendiendo en mi inconsciente, el temor de perderme duró un segundo y fue aplastado por la perdida de consciencia, lo último que sentí fueron mis rodillas rindiéndose y "manuel... hijo de tu pinche madre!" alguien gritó afuera de mi ventana y me regresó a la realidad. vaya que sí quería regresar al suelo y no sólo era yo, no era un deseo superficial, algo dentro de mí estaba decidido, pero no podía renunciar, algo todavía más fuerte lo prohibía. caminé a paso rápido hacia la cajonera, abrí un cajón y cientos de calzoncillos blancos iguales aparecieron doblados con maestría. me daba algo de pena destruir la obra tan obsesiva de quien sea había guardado mis calzones, pero el pudor programado en lo más profundo ordenó cubrirme. me puse los calzoncillos, cerré el cajón y abrí el siguiente. calcetines grises perfectamente acomodados. hay gente que se toma muy en serio su trabajo, no importa que sea. los calcetines fueron a mis pies. abrí el 3er cajón y camisas, ahora no iguales, pero todas muy parecidas. no podía esperar para el 4to y último cajón. lo abrí y estaba lleno de pantalones doblados con tanta dedicación que me sonrojé de la pena, nada en mi vida lo había hecho tan bien. miré el suelo, la mancha con forma de mi cuerpo hecha de grasita a pocos pasos de la ventana, el lindo charco de baba reflejando el día que seguro no tenía nada que ofrecer, un antojo salvaje se apoderó de mí, pero no! me puse unos tenis extremadamente limpios y harto de todo fui a la puerta de mi cuarto, donde había un pequeño espejo, vi mi cara limpia y mi cabello despeinado. con un habil movimiento acomodé mi cabellera lo mejor que pude. "bien!" grité, juntado valor y coraje. eché un último vistazo al cuarto, jugando con mi fuerza de voluntad, pero todo en orden. abrí la puerta con violencia. la luz entró, me cubrió de pies a cabeza y lo ocupó todo. estaba listo, no podía parar, tenía que salir y participar, cero alternativas, no había de otra, era guiado... era guiado por las voces.