Thursday, October 15, 2015

No Hay Escape Del Planeta De Las Súper Perras

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en un día gris, húmedo y frío, el capitán Gabrosh, al borde de la muerte, iba a toda velocidad a la capital, en un vagón casi vacío del tren proveniente de la plataforma espacial. el capitán regresaba de una misión especialmente difícil, una que casi le cuesta la vida, pero más que nada, la cordura. regresó a su planeta en piloto automático, lo sacaron de su nave y lo metieron al tren, "buena suerte, gabrosh" le dijeron y allá iba, rebotando, mirando, con la mente trastornada, con flashes de senos, culos y caras, con la consciencia yendo y viniendo, su antebrazo vendado a través de un agujero en la manga de su abrigo negro, sucio y gastado. Gabrosh sufría, sentía la angustia y la presión que querían hacer a su cráneo estallar. nadie sabe cómo, pero aguantaba un poco, sólo un poco más. el tren llegó por fin. el capitán se levantó, se tambaleó hacia la salida y cayó con la mente colapsando.

en un salón gigantesco con mil maquinas regenerativas que parecían ataúdes plateados ovalados, se prendieron las luces y entraron un hombre y una mujer en batas de científicos, tan parecidos que podían ser gemelos. caminaron entre los ataúdes futuristas hasta uno con una luz parpadeando y masking tape pegado con "GAVROSHE" escrito. la mujer picó unos botones y la maquina se abrió. adentro, desnudo y como nuevo, estaba el capitán Piotr Gabrosh, flotando en un liquido transparente, pacíficamente dormido. abrió poco a poco los ojos. "bienvenido de regreso, capitán" dijo el hombre sosteniendo una trusa y una toalla. Gabrosh se despabiló a su tiempo y después, con pereza, vio atontado a las personas paradas junto a él. "con que sigo vivo, eh" balbuceó, preguntándose de pasada cuando acabaría esta tortura, sentado dentro de la maquina, frotando su cara. "así es, capitán, más vivo que nunca" Gabrosh azotó con la mirada, carente de sentido del humor, a la mujer y arrebató la toalla y la trusa. un minuto después y "bueno, ¿ahora qué?" preguntó seco y semi desnudo, siguiendo hacia la salida al par. la mujer y el hombre voltearon, se miraron y, carcajeándose, vieron a Gabrosh que empezaba a recordar el programa, cayendo en cuenta que venía algo horrible.

Gabrosh, bien peinado, vestido con su uniforme, esperaba sentado en la oficina del general McAndrews. el general entró sin hacer ruido y se quedó observando con curiosidad la parte de atrás de la cabeza del capitán en pleno trance. cubierto de sudor, con la vista fija en la nada, Gabrosh sufría por los trastornos de su mente afectada; tetas y culos y caras hermosas, cuerpos inimaginablemente en forma, piel tersa, cabello brillante y sedoso, juventud y belleza infinita explotaban en todos los niveles de la mente, como minas durante paseo casual, traumas que brotaban como pus, que reventaban como en llagas, fisuras en la memoria, recuerdos como ampollas, secretando desesperada lujuria y deseos imposibles de satisfacer y así, una y otra vez, empezaba en automático, como en computadora infectada sin remedio, la lucha violenta e interminable contra el simio dentro, simio que quería salir a violar entre explosiones catastróficas de lo más elemental, la desagradable erupción de la ansia sexual y la maldita rebelión de la biología. todo como consecuencia de la última misión que no había salido nada bien. "GABROSH!" gritó el travieso general McAndrews, asustando al capitán, una prueba más a su entrenado esfínter de astronauta. Gabrosh volteó al borde del infarto y, en lugar de maldecir hasta el cansancio, se gobernó y se paró a saludar. "hola, señor!" gritó Gabrosh en posición de firmes, "hola, Piotr" dijo con una mueca el general ya sentándose detrás de su escritorio. "siéntate, mierda" dijo McAndrews cansando de todo. los dos hombres se vieron un segundo. habían pasado meses desde que regresó el explorador del cosmos, en su planeta hacia muy buen tiempo y a través de la ventana detrás del general, se sentía el agradable clima del verano. "Gabrosh" dijo el general, mordiendo una pluma, echado en su silla, viendo fijamente al experimentado oficial, "eres el primero en regresar del planeta de las súper perras", una mueca y "no fue fácil, señor", el general soltó una risa, "ya lo creo que no", se echó para delante, jugando con la pluma y se hizo un silencio denso aparentemente eterno. el hombre al mando, súbitamente solemne, se puso de pie, le dio la espalda a su subordinado y porque podía, se tomó su tiempo y paseó la mirada por los jardines de la ciudad del futuro que se extendía hasta el horizonte. el silencio se prolongó y, después de segundos de tensión destructora de alma, dijo "estás listo para la siguiente misión?".

el planeta de Gabrosh y McAndrews se dedicaba a conquistar planetas para imponer impuestos. algunos planetas les costaban mucho trabajo, pero ninguno como el planeta de las súper perras. habían pasado generaciones de invasores, miles de guerreros que encontraron sólo tragedia. ninguno había regresado, llevados a la locura por las nativas del planeta. no hay otro lugar en el universo con población más bella, millones de mujeres una más guapa que la siguiente, indiferentes a los visitantes, absolutamente inaccesibles. esto, naturalmente, era insoportable hasta para el más asexual conquistador. ponían un pie en el planeta y todos sin remedio se dejaban golpear y arrastrar por el deseo como quien hace suicidio por tsunami, con la perdición como último destino. incontables habían intentando de inimaginables maneras, todas súper ingeniosas, todas súper creativas y todas con el fracaso como único resultado y, a pesar de lo pasado, los esfuerzos maniáticos no estaban ni cerca de acabarse. el planeta de Gabrosh y McAndrews no se iba a rendir, no podía renunciar a conquistar, tenían que seguir intentándolo no importara a cuantos perdieran y los que eran asignados a ese planeta, no tenían de otra más que resignarse a su fin. pero ahora Gabrosh podía testificar lo que había visto esos años, sabía de primera mano contra lo que se enfrentaban y podía planear, prepararse y regresar a intentarlo una vez más. era una apuesta razonable. como sea, el pobre desgraciado estaba física y mental arruinado, si lo perdían qué más daba. Gabrosh, por su parte, aceptaba sin reproche la misión, listo para regresar porque, después de verse fuera, era lo que más quería. extrañaba con locura el planeta de las súper perras, extrañaba estar rodeado de tanta belleza y más que nada, lo mejor de todo, extrañaba ese momento cuando creía ya haber visto a la más bella y descubrir a una superior de repente y maldita sea, a arder hasta consumirse y volverse ceniza. Gabrosh quería... tenía que ir a morir ahí, como adicto miserable que era, necesitaba que su adicción a las súper perras fuera su verdugo y mientras antes mejor.

"estás listo, capitán Gabrosh?" repitió el general McAndrews con tono severo. Gabrosh bajó la cabeza con flashes de ojos, de labios, de pecas, de cabello, de narices y orejas, vio unos segundos sus manos llenas de callos, levantó la cara, riendo llorando y, lleno de sentimiento, dijo "estoy listo, general, siempre lo he estado".