Wednesday, September 07, 2016

IBS rock n roll

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Mauro contenía las ganas de cagar, apretando duro los esfínteres del culo. “ay cristo!” gritaba retorciéndose, sujetado a la silla. recuerdos de su abuela venían a su cabeza, la culpable de su fiero catolicismo y, en parte, de su pobre alimentación y del casual e inocente alcoholismo. la abuela se trasformaba en la boca del doctor Escalante que decía una y otra vez “no hay nada que hacer, Mauro, estás perdido”. Se movían esos labios ordinarios frente a unos dientes perfectamente blancos y derechos, la esposa del doctor se dedicaba a dar sonrisas de Hollywood. Los dientes, los labios y las malas noticias se repetían en la cabeza de Mauro hasta que explotaba, haciendo pedazos la esperanza, la idea de que a lo mejor el resto de su vida sufriría de ataques del/al intestino. no importaba que cuidara la dieta, tomara agua o sufriera ocasionales sobredosis de fibra, el sistema digestivo seguía sin trabajar. “es algo psíquico” le decía la sirvienta con cigarrillo en boca y los ojos entrecerrados, convertida en una morena y rechoncha clint eastwood, mientras Mauro recorría el internet en búsqueda de una cura, sentando en la mesa de su cocina. Miamar, la sirvienta, guisaba, “está en tu mente, Mauro” decía la experimentada mujer y, como todas las tardes, como bajo un trance, repetía los datos “México es el número uno...” y “la ciudad de México es la líder mundial en malestar intestinal”. Mauro recibía otra vez la información con el gesto pasando de molestia a desesperanza, todo estaba perdido y la vida estaba arruinada. “algo psíquico” reflexionaba Mauro viendo el techo de su cuarto, pensando en el estrés tremendo que le daba todo, siempre preocupado, con los nervios de punta de 12 am a 11 59 pm y de repente, de la nada, porque sí, la tripa se estrujaba y anunciaba la llegada de algo en extremo desagradable. “hora de ir al baño, mauro” decía el malestar abajo del estómago, “el poder de cristo te obliga” y allá iba Mauro, miserable como perro con mala actitud, a sacar el producto de su intestino irritado, a expulsar sin remedio la inútil conclusión de horas de estudio en nutrición, insulsa resistencia ante un poder indiscutiblemente superior. “no hay nada que hacer” decía llorando, agarrando porcelana, apretando los dientes y, con el cuello marcado extraordinariamente por venas, expulsaba, con la cara hacia el viejo foco colgado del techo invadido por humedad, el desperdicio sin procesar.

Pasó el tiempo y Mauro, ya plenamente resignado, sabiéndose perdido, tomó la guitarra acústica que le había heredado su tío hippie que explotó en mil pedazos una vez que intentaba probar que la ciencia no existía, y cantó y tocó con amargura absoluta el rock del IBS, música para el gran final de la digestión fallida. “pfff pfff pffffff pffff” se oía por la casa y tocaba pintando del café más oscuro sus pobres y deshechos calzones.