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Juanita renunció a su trabajo para empezar mi club de fans. Le habló por teléfono a su amigo de toda la vida Peppino. “Peppi…” le dijo toda sudada “en mi casa… a las cinco, ¿cachas?”
y Peppino asintió y colgó. Estaba empapada en sudor porque llevaba toda la mañana, alistando el garaje de su padre para la primera reunión del club de fans de un bailarín muy simpático que sale en el internet o sea yo mero. La emoción la tenía corriendo de un lado para otro, consiguiendo todo lo necesario. Puso dos sillas blancas de plástico frente a un podio que había hecho de cajas de cerveza, colgó una manta blanca encima y compró e instaló un proyector. Estaba todo listo y a las 5 en punto
sonó un piiiip prologando, Peppino tocaba el timbre con la frente porque las
manos las tenía ocupadas con una hielera llena de caguamas. Por fin, Juanita,
quien llevaba media hora con el corazón enloquecido por el orgullo producido
por lo bonito que le había quedado el garaje, salió del trance, se dio un
regaderazo fugaz y fue a abrir, portando su mejor ombliguera, un saco muy mono de
pana color magenta y unos jeans de los 90s tan de moda hoy en día. “Bien”
aplaudió, atrás del podio, con Peppino sentado, atento, y dio inicio a la
reunión #1 del club de fans de Felipinho Alcántara Gutiérrez Contreras Samoano
o sea un humilde servidor. Como primer orden del día, Juanita exteriorizó sus
sentimientos hacía mí. Mientras gritaba fuera de control lo que mis, según
ella, magistrales coreografías le hacían a su tierno, lindo y esponjoso
corazón, se movía locuazmente, haciendo ademanes salvajes, desbaratando su muy
bonito peinado. Acabó, se acomodó el cabello y la ropa, aclaró la garanta y dijo
“Ahora… el último video”. Se apagaron las luces por arte de magia, Peppino destapó
con habilidad alcohólica dos caguamas, le pasó una a Juanita cuando ésta tomó
asiento en la silla de plástico libre y comenzó el video: Yo, un hombre en sus
primeros treintas, ni gordo ni flaco, vestido con sudadera y pants blancos,
descalzo, parado en medio de una plaza de toros diminuta y abandonada, bajo un
cielo claro, miraba el suelo, concentrado e intenso. Un segundo de quietud y
empezó la música y el baile. Con cada movimiento se levantaba una cantidad
seria de tierra, tanto que 10 segundos después, en mi lugar, había una nube de
polvo de donde de vez en cuando salían disparadas manos y caderas y mechones de
cabello. Durante el video, Juanita y Peppino, con los rostros deformados por la
emoción, le daban largos tragos a sus cervezas e imitaban los pasos, dejándose
llevar por la explosión violenta que ocurría en sus centros. 5 minutos después
y acabó el video. Aplaudieron tanto y tan duro que se hicieron daño en las
palmas. Juanita, conmovida, dejó correr las lágrimas de felicidad, sintiendo a
su corazón latir, fanáticamente convencida de que había encontrado lo que
siempre había buscado.
Hace unos meses, una madrugaba
particularmente fría, Juanita descendía, envuelta en cobijas, por el más extraño
agujero de videos. Video tras video de anormales haciendo tonterías. Infectaba
su mente con contenido basura. Bajaba sin recato, vuelta loca, enajenada, 100%
alienada. Se dejaba caer, con gesto inexpresivo, hasta que de repente, de la
nada, porque así es esta vida tan caprichosa, se topó con un video que debo
decir bajo el riesgo de estropear mi espalda por hacerme tanto felatio, me
quedó bastante bueno. La mujer con vida recién cambiada, se restregó los ojos, impactada
por mis coreografías. “Cristo” le dijo atónita a Jesús que la espiaba desde el espacio. Procedió a subscribirse y darle like a
mis miles de videos que llevo haciendo cada mes desde que tenía 18 años, ahora
tengo 34. Los vio mil veces y, al final del más antiguo, volteó triste hacia la
ventana que daba a una avenida muy transitada, cabizbaja porque era a la única
que le gustaba mi contenido. Cero vistas. “Ya sé” se dijo a ella misma y le
mandó su video favorito a Peppino. Éste, un seguidor nato y que no tenía
opinión realmente sobre nada, también se volvió fan. Número de fans: 2 y ahí se
quedó la cuenta porque a Juanita, aunque era la muchacha más popular de toda su
ciudad, le pasaba algo muy curioso. Por alguna razón, cuando, poseída por el
demonio de la emoción, le enseñaba mis videos a alguien, esa persona de inmediato decidía
que eran la peor cosa del mundo y lo aborrecía. Le pasaba
lo mismo con todo el mundo. Tal vez era porque la muy ruda mujer, llegaba con
el teléfono a todo volumen, agitándolo como si estuviera hirviendo, y se lo ponía
en la cara a todo quien agarraba desprevenido. O quizás era porque la brusca
señorita procedía a tomar a sus amigas de la oficina de la blusa y las agitaba
y les gritaba que contemplaran el triunfo de la promesa humana. Su suposición
es tan buena como la mía. Lo que sí sé es que las colaboradoras veían un
segundo o dos, hacían un ruido de fastidio y con odio explícito le decían que
se fuera por donde vino porque ellas tenían buen gusto y no iban a desperdiciar
los limitados minutos que tenían en este desalmado mundo viendo a algún atolondrado
exteriorizar el alma. Le pasaba cada vez que iba a predicar mi palabra y la pobre
entusiasmada muchacha no se acostumbraba a mi repudio, sorprendida por el
rechazo total al trabajo de mi vida. Sin falta, al verse tocada por el escupitajo
figurativo que bajaba por su lindo rostro, tardaba un segundo o dos en entender
que no me habían jurado lealtad para toda la vida y, al por fin caer en cuenta,
se le inundaban los ojos, bajaba la cabeza con sus mejillas coloradas, en su
mente le reclamaba a diosito que fuera tan ojete, e iba al baño a llorar. Ella
no se explicaba como yo, que era tan talentoso, no era el campeón del universo,
por qué no era mundialmente aclamado y gritaba y se ponía nerviosa y se movía
maniática de un lado a otro gritándole a Peppino en la cara que todos eran unos
buenos para nada. Le pasó exactamente eso el día antes de su renuncia y ya iba
a dejar de enseñarle a la gente mis videos, cuando su amigo de la infancia,
quien normalmente se paralizaba y veía la nada cuando le gritaban en la cara,
le puso la mano en el hombro, le regaló la más tierna sonrisa y sacó de su bolsillo
su celular con uno de mis videos ya reproduciéndose, uno que debo decir, bajo
el riesgo de no poder caminar en el futuro, me quedó fantástico, con un baile
muy coqueto sobre aguantar a la adversidad y seguir adelante. “Tienes toda la
razón del mundo, Peppi, hermano del alma” dijo la desequilibrada mujer y se
paró de un salto, sonriendo con lágrimas todavía en los ojos y las preciosas
mejillas. Le dio un abrazo incómodo a la única persona con quien podía contar y,
al trascurrir unos minutos de exhaustiva reflexión, se dijo a ella misma que
iba empezar mi club de fans, a lo mejor así más gente se enteraba de mí o lo
mejor no, pero no podía dejar de internarlo y al día siguiente fue muy decidida
a su trabajo muy bien remunerado, no tenía tiempo para nada más, tenía algo muy
importante que hacer.
INSPIRADO POR FAN CLUB LEADER DE SHE/BEAST